Tuesday, December 13, 2016

Hoy que cumples 4 años...

Hola estimado lector, una vez más estamos en este espacio donde le pido una disculpa, pues este texto no es para usted, si no para Claudio, mi hijo, el más pequeño.

Hola Claudio, hoy eres muy pequeño todavía, esta mañana te pregunté si con cuatro años seguías siendo mi bebé o ya eras un niño grande. Respondiste lo segundo, pero eso no es nuevo, porque para ti, los bebés lloran y usan pañal, y tú tiene tiempo que dejaste atrás todo eso. Escribo este texto hoy, porque estamos viviendo muchas cosas juntos y no quiero que se pierdan en mi mala memoria. También, porque un día, quizá cuando tengas muchos años más, encuentres este texto y te sorprendas con lo que eras y hacías cuando cumpliste cuatro años.

Hoy es tu último día en la guardería, te dejé y me despedí de tus maestras, hasta del guardia. Sentí cierta nostalgia, porque te he llevado ahí los últimos tres años, todas las mañanas, todos los días. A veces nos íbamos caminando, otras, las más, en coche. Esos paseos mañaneros son muy entretenidos. Siempre tú y tu hermano van platicando. En este tiempo han pasado de hablar de cochecitos, caricaturas, hasta ir atrapando Pokémon en mi teléfono. Pokémon go salió este año y ha sido la sensación, tienes tu propia cuenta y con ayuda de mamá te estás haciendo de todos los animalillos. Te gusta llevarte algo para comer en el camino y luego no quieres entrar a la escuela hasta que te lo termines, lo cual hace que te metas toda la galleta y no puedas hablar. Te mueres de risa.

Te gusta contar chistes, son muy malos, pero por eso nos hacen reír más. Normalmente los inventas, pero algunas veces atinas a decir verdaderas bromas que nos hacen soltar buenas carcajadas.

Tienes dos amigos, David y Rafa. Hemos ido a casa de Rafa dos veces y la han pasado muy bien. Es muy chistoso verlos juntos, porque aún siendo tan pequeño, en cuanto se ven corren y platican (no tenemos idea sobre qué), pero regresan, se van, ríen, juegan y se la pasan muy bien.

Este año me pediste que te enseñe a andar en bici, pero aún no alcanzas los pedales, veremos si el próximo ya lo podemos intentar y dominar. Te subiste, eso sí, a los patines y estuviste solo un buen rato, hasta que te diste un buen sentón y ya no los has querido probar de nuevo.

Tienes miedo por cambiar de escuela, nos preguntas si te gustará el kínder y qué harás en él. Hasta hace unos meses decías que no querías entrar, pero un día platicando de todo lo que aprenderías y jugarías ahí, ya te interesó. Algunos días tienes ánimo, otros no, así eres tú.

En verano fuimos a la playa, teníamos dos años de no hacerlo. La última vez llegaste muy valiente y te aventaste al mar, después de la primer ola ya no tuviste mucho ánimo para regresar. Pero esta vez fue diferente, te tiraron, revolcaron, tragaste agua, pero te reías y querías cada vez ir más hondo, a donde estaban las olas más grandes. Te divertiste mucho viendo los cangrejos y le pusiste a uno "el cangrejo spiderman" porque subía y bajaba por las piedras y algunas veces saltaba. Dijiste "nunca en mi vida había visto a un cangrejo saltar", tenías tres años jejeje...

Te gusta mucho jugar videojuegos. Tus favoritos son "el smash" y "el mario bros gatitos". Eres bueno, bastante hábil y con quien más juegas es con tu hermano. Te está enseñando a jugar FIFA, pero todavía no te atrapa, al menos no como a él.

En la tele te ha gustado mucho Peppa, pero últimamente ya ves caricaturas para más grandes, claro, es por tu hermano. Son muy aficionados a ver Gravity Falls, Pokémon y alguna otra que encuentran en Netflix.

Tienes un perro, Lucas. Al principio jugabas mucho con él, ahora ya no tanto, porque están del mismo tamaño y te tira. Lo hace jugando, pero estás tan pequeño que siempre llevas la de perder. Tenías un pez al que llamaste Hugo, ya se murió y hemos estado buscando uno nuevo, pero por lo menos al día de hoy, no lo tenemos.

Ya sabes contar, puedes identificar los números y cuando vamos caminando por la calle me preguntas qué número forman las combinaciones que están en las casas. Sabes muchas letras y ubicas muy bien las de tu nombre. Tienes muchas ganas de aprender a leer, no creo que falte mucho para que lo logres.

Te gusta mucho ayudarnos. Cuando tu mamá o tu hermano se lastiman, corres a buscar la pomada para sobarlos y les preguntas si ya se sienten mejor. A mi me ayudas a lavar el coche, metes la esponja en la cubeta y me ayudas a tallar, después a enjuagarlo con la manguera. También te metes a la cocina para saber cómo se hace la comida y ayudar echando ingredientes o revolviendo algunos otros.

Casi siempre quieres que mamá te lea un cuento antes de dormir. Sueles escoger el mismo, uno de una familia de monstruos es el que te encanta. Luego sales con que no te gusta dormir, que no puedes hacerlo, que la cama te da comezón, que la cama de tu hermano también, que la única que no, es la de nosotros y ahí te acuestas, entre mamá y yo. Hasta que te quedas dormido, te pasamos a la tuya.

Los domingos te gusta que salgamos a andar en bici. Tú vas conmigo en la sillita y me pides que le "eche más potencia", para rebasar a tu mamá y a tu hermano. Aunque casi siempre te quedas dormido antes de terminar el paseo.

Haces e inventas canciones de las palabras que escuchas en cualquier lugar. Basta con que alguien diga algo, para que tu lo repitas y le pongas tonada, a veces hasta letra. Bailas y te gusta la música. Hay una canción que se llama "vamos a portarnos mal" que te encanta y te aloca.

Hace poco dijiste que querías ir a Marte... en globo... para ti es perfectamente razonable, pues ¿por qué no habrías de poder hacerlo?. Te interesan mucho los temas de los planetas, las estrellas, la luna, el sol. Trato de explicarte las distancias increíbles que hay entre ellos y nosotros, pero aún no lo alcanzas a dimensionar.

Te encanta (y a tu hermano también) decirme gordo, viejo, que soy panzón como un Snorlax y que no quepo por los lugares. Que me gustan las muñecas y que me vería bonito con vestidos de princesa. Tú y Elías, son unos molestadores de papá, pero me encanta.

Me preguntas muchas cosas sobre cuando seas grande. Si también tendrás barba y bigote, si también trabajarás en una oficina y si vas a ser más grande que yo. Eso no lo sé, pero ahora, mientras lees estas líneas, quizá tú ya lo sepas.

Te quiero mucho hijo (no importa cuando leas esto).

Tu papá.



Wednesday, June 10, 2015

El despertar del Carlos

Esta mañana, estimado lector, le traigo un texto digno de algún libro de superación personal de los que no leo (o creo no leer), pero pues a veces hay que compartir estas epifanías por cursis que parezcan.

Quienes me conocen saben que rara vez tengo prisa, suelo hacer las cosas a un ritmo tranquilo. Sin embargo hay algunas actividades como levantarse por la mañana y hacer las cosas que se hacen para comenzarla, que no pueden hacerse de una forma tan calmada, a menos que se tenga el tiempo suficiente, pero eso y tener una cuenta de ahorros en el banco  son cosas que no se consiguen fácilmente. 

Mis mañanas (últimamente) van de que salgo a correr, regreso, me baño, desayuno (lo que la esposa me haya preparado), despierto a los niños, desayunan, me visto, los visto, peino y vámonos veloces a la escuela. 

Hoy cuando comenzaba la rutina, justo después de bañarme, pensé que quería hacer algo diferente, me tome un tiempo, pensé y decidí no desayunar parado en la cocina como siempre. Fui, desperté a Elías y nos sentamos a la mesa a desayunar juntos. Hasta me pregunto "¿y eso papá que si vas a desayunar?"

Sentí feo porque creo que tiene muchísimo tiempo que no desayunaba con mi muchacho, así de sentarnos y platicar. Si, lo hacemos los fines de semana, pero entre la tele, que si está o estoy en el iPhone y el ruido de todo, pues la experiencia es diferente.

Raro también, despertó Claudio y se unió a la mesa y ahí estábamos platicando los tres, ellos dos riéndose de todo lo que hacen y dicen. Me contaban cosas, platicaban entre ellos, yo les preguntaba algo y pues vaya, estábamos conversando.

Luego, después, volvimos a las prisas de vestirnos veloces, lavar dentaduras, arreglar cabelleras y salir corriendo para llegar a la escuela.

Me gustó eso de desayunar con mis hijos y como que extrañé desayunar con mis papás, pues también en los días de escuela desayunaba solo, pues siempre todos estaban haciendo sus cosas. 

Ando sensible yo creo por el día del padre que viene jejeje, pero si tienen hijos, pues disfrútenlos y si tienen papás, aprovéchenlos.

Thursday, June 05, 2014

El Chaca

El chaca


El relato de esta tarde es cortesía de este personaje. Un chaca de mediano cachete que muestra orgulloso si arete de sanjuditas. Vamos en un camión que escupe personas y que no importan los reclamos del pasaje, el chofer sigue subiendo más mientras canta "haga doble fila por favor" aunque creo ya vamos por la tercera.


Pues nunca faltan los muchachitos que tienen si lugar y aplican (o cumplen) la treta de dormir para no ceder el asiento a quienes podrían necesitarlo más.


Pues bien estimado lector, este chaca es uno de ellos. 


Desde su presuntuoso primer asiento recarga delicadamente la cabeza y deja que el aire que entra por la ventana le vaya resecando su entreabierta boca. Las personas que lo ven no pueden evitar darle una estudiada a nuestro somnoliente personaje.


Pues bien, en un momento el que el camión estaba detenido en el tráfico, me llamo la atención un hombre corpulento de mirada decidida que se aproximo sin reparo hasta un costado del camión. 


Levanto entonces su brazo derecho lo introdujo por la ventana y le reventó tremendo cachetadón al chaca soñador, despertándolo con violencia y sorpresa. 


El perpetrador se alejó velozmente emitiendo una risa que se agudizaba y sonaba como chillido de marrano mientras nuestro chaca le gritaba todo lo que a su mente venía.


Ahora va ahí, sigue sentado, pero no duerme más. Sigue soñando con los ojos abiertos mientras mira pensativamente por la ventana ¿en una venganza? Quizá ya lo dejo en el pasado y todo lo que queda es esta anécdota que venimos a contarle esta tarde. Bonito día estimado lector.



Monday, January 13, 2014

Un relato de suspenso de media noche

Entonces un sonido extraño no me deja dormir, me levanto porque pienso que quizá dejé mal cerrada la regadera. Reviso y todo en orden, pero ahora lo escucho más fuerte, me acerco a la puerta del departamento y me asomo por la mirilla. Es evidente que algo no esta bien. Salgo y me encuentro con el piso inundado. 


Busco el origen de la inundación, pensando que podría ser la cisterna que se desborda, pero no es así. No tardo mucho en notar que el agua viene del piso de arriba. Corre y baja libremente por las escaleras y del techo gotea incesantemente. Subo las escaleras y reviso el primer departamento que encuentro. Tiene mucha agua en la entrada, pero no parece que de ahí esté saliendo, más bien al revés.

Camino por el pasillo y de dos departamentos me doy cuenta que bajo la puerta de uno se encuentra una mayor concentración de agua. Observando las "corrientes" deduzco que es ahí de donde proviene nuestra pequeña inundación casera.

De pronto escucho que del interior del departamento se oye la televisión a un volumen elevado y es entonces cuando años de ver películas de suspenso o terror me hacen imaginar más cosas de las que quisiera. Con algo de nervios toco la puerta y espero. La tele sigue a todo volumen y no o tengo respuesta. Entonces pienso si algo pasó, si el vecino esta bien, si le dio un infarto en el baño y ahí quedó. O ya más "creativo" espero el momento en que la puerta se abra y me jalen al departamento para el comienzo de una noche de terrores indecibles (maldito seas Hollywood).

Sin embargo no pasa nada. Es entonces cuando después de algunos intentos más, me dirijo al departamento del administrador, pues se me ocurre que él podría tener el teléfono del vecino del 4 y llamarle para saber qué está pasando. 

Le toco a su puerta y después de unos minutos me abre. Al principio desconcertado, después se sorprende como yo y mientras le explico mis hallazgos subimos para tocarle al vecino.

Resulta que el administrador tampoco tiene el teléfono. Pero la vecina del tres si, así que ahora tocamos a sí puerta para hacer más alboroto y saber si ella le puede llamar.

Después de algunas preguntas para entender la situación y de esconderse pudorosamente detrás de su puerta asomando sólo la cabeza, nos confirma que si tiene el número y que le marcará.

Lo hace pero sin éxito. Entonces dice "llamare a (nombre de la vecina del cuatro) a su celular para saber si el doctor es quien esta ahí y que le avise del problema". 

En el departamento cuarto vive un doctor con su esposa y una hija pequeña. Es una familia un tanto extraña, el doctor siempre luce mal encarado y nunca saluda. Su esposa e hija parecen muy amables pero no se les ve con frecuencia. A menudo fantaseo pensando si las tiene ahí encerradas en un yugo de miedo y desesperación. Lo cuál después es desechado cuando los veo salir a todos muy normales. A últimas semanas no se ha visto a la esposa y a la hija, por lo que mi esposa y yo cuchicheamos y especulamos si ya lo dejo y ahora se encuentra sólo. 

Todo ese contexto era para que usted, estimado lector comprenda que ahora mi imaginación se iba a que quizá se había suicidado en la bañera y la llave abierta era un aviso para que encontráramos su cadáver. Observaba el flujo del agua esperando encontrar en cualquier momento algún rastro de sangre que corroborara mi nueva hipótesis.

Pasaron algunos minutos y la vecina del tres logró comunicarse con la esposa del vecino del cuatro, quien dijo que no estaba ahí, pero que su esposo si. Fue entonces cuando pensé que si estaban casados aún pero por alguna misteriosa razón ya no vivían juntos. Esperaba que en el chismoseo entre los vecinos presentes, alguno contara la historia y no sacará de la ignorancia creativa.

La esposa del doctor logró comunicarse y cuando deje de escuchar el  volumen elevado de la tele intuí que pronto abriría y me esperaba para saber cual de las hipótesis es la buena.

Pues nada, el doctor salió con cara de preocupación, explicándonos que se había quedado dormido y dejó la llave del fregadero abierta, lo que ocasionó que se desbordara y provocando los sucesos del edificio.

Y así fue, salió el doctor y junto con la del tres limpiaron y secaron el lugar, me despedí de todos y me volví a la cama, pensando que mi cabeza de pronto me juega malas pasadas.

Así la historia de este día, gracias por leernos.

Carlos

Tuesday, October 08, 2013

El día que salí y corrí... 65 km... en la montaña... entre dos huracanes

Estimado lector, si ha caído de nuevo en este espacio, espero que la historia que a continuación tengo para usted, le mantenga entretenido y emocione tanto como mi, pues está basada en hechos 100% reales.

Corría el año 2013, cuando en los habituales entrenamientos para maratón de cada fin de semana una descabellada idea llegó a mi cabelluda cabeza. Verá, mi vida transcurrió una buena parte aquí en la Ciudad de México y otra muy buena en la Ciudad de Cuernavaca, así que ir y venir de la casa de aquí a la de allá, era común y más común hacerlo en el auto familiar. De ahí que la inquietud naciera al recorrer tantas y tantas veces la carretera, mirando por la ventana la espesura del bosque que separa ambas ciudades y que invita a soñar con grandes noches estrelladas de campamento, frías y nubladas tardes bajo la neblina y el olor a bosque que se impregna al caminar a través de él. Siempre quise ir de un punto a otro, en otro medio, uno más natural, que me permitiera apreciar el camino, oler las distancias, respirar cada cerro, pradera y campo. Más de una vez, el intento se vio frustrado con mi ahora esposa, pues queríamos tomar las bicicletas e irnos pedaleando, pero por alguna razón, nunca hemos podido llevarlo a cabo. 

Hace unos años, con el buen Javier Morales, casi lo logramos, en bici salimos desde la ciudad, pero llegamos hasta Parres y volvimos. Unos nada despreciables 80km, según recuerdo, pero aún así, no se llegaba al objetivo.

Así pues, en alguno de los entrenamientos en el bosque, tuve la epifanía mientras mentalmente preparaba el Maratón Rover, que va de la salida de la Ciudad de México a la entrada de la Ciudad de Cuernavaca. En algún punto me dije, bueno, si ya vas a correrlo, por qué no iniciar antes y terminar después. Le explico, iniciar antes consistía en iniciar desde la puerta de mi casa y terminar después, era llegar a la meta y seguirme hasta la casa de mis papás. En ese momento me pareció una idea genial. Se la dije a mi hermana y me dijo que estaba loco, que si así lo haría entonces no me acompañaba al Rover. Se la dije a mi esposa y me dijo que estaba loco y que no debía hacerlo. Se lo dije a mi mamá y me dijo que estaba mal de la cabeza y que por favor no lo hiciera.

Listo, tenía los ingredientes necesarios para ser una gran aventura: la desaprobación de todos, la locura y la conclusión de que era algo realmente extremo.

Así pues seguí con el plan. Nada cambió de hecho, seguía con el plan de correr el Maratón de la Ciudad de México y después el Rover con los kilómetros extras.

Pues bien, la aventura comienza la mañana del domingo 15 de septiembre.

Para este momento mi hermana decidió que siempre si me acompañaba, pero "nada más" la distancia del Rover, jejeje como si 42 km por la montaña fueran cualquier cosa.

El día pintaba especial, un huracán y una tormenta de cada lado del país, tenían una lluvia perpetua sobre el centro de la república y todos los pronósticos indicaban que durante el recorrido llovería constantemente.

Armado con mi mochila, comida, abrigo y sin pensarlo mucho, me despedí pasadas las 5 de la mañana de mi familia, salí de casa y en la obscuridad de la noche, puse un pie frente al otro una y otra vez mientras me alejaba más y más cada vez.

Tras el primer kilómetro, me dio calor. No llovía así que me quité el impermeable y lo guardé en la mochila. Un par de kilómetros después, una leve brisa refrescaba mis pasos. Para cuando comencé a atravesar Ciudad Universitaria, la lluvia había arreciado un poco y el frío se sentía más. Saqué el impermeable y continué mi camino. Debía ser el kilómetro 8 o 9.

Iba bien, después de 15km, llegué al punto de salida del Maratón Rover y al punto de reunión con mi hermana. Sin detenerme se juntó a mi paso y seguimos. Llegué unos minutos tarde, así que el contingente mayor ya había salido, por lo que nuestra partida fue en solitario.

Apenas nos poníamos al tanto de lo que llevaba y lo que nos esperaba, cuando escucho que un coche frena, derrapa y siento como me golpea. Me dio en las piernas, con la defensa, a la altura de las pantorillas y me empujó. Yo digo que me atropelló, algunos esperan que para decir que me atropelló, hubo de pasar sobre mi, pero bueno, el caso es que me incorporé, le dije alguna cosa y sin mirarme huyó.

No le quise dar importancia y seguimos. Me sentía bien, solo algo raro en la rodilla derecha que yo acusaba había sido por algún estirón que me dio al doblarla cuando me empujo el coche. 

La lluvia seguía y nuestro paso también, tratábamos de alcanzar al resto de los corredores, ahí veíamos a algunos a lo lejos. 

Inútilmente esquivábamos los charcos corriendo por las calles de las colonias que invadieron los cerros, haciendo los caminos de asfalto que ahora escalábamos y que agitaban nuestra respiración atormentando nuestras piernas. Sin mayor incidente logramos salir de la ciudad tras una interminable y serpenteante subida. Llegamos a las zonas más rurales, donde campos de cultivo nos abrían camino para internarnos en los bosques.

La primer sorpresa, un auto de algún voluntario, ofrecía café y galletas a los corredores. Para el maratón rover era el kilómetro 7 u 8, para mi era ya el 22 o 23, así que sin dudarlo, le entré a unas galletas. Mi hermana prefiere no comer, así que seguimos el camino. Así hasta el primer punto de control, en el "arco natural". Era mi kilómetro 24, nos hidratamos, creo que ahí o un poco antes me comí unas naranjas que ofrecieron y seguimos. Ahora si, después de este punto comienza el bosque. Pensaba y ya con ansia quería recorrer los terrenos que un año antes me habían emocionado en la edición anterior de este maratón.


Pero el entrenamiento que traíamos no nos había preparado para esto. Tras la primer lomita, nos encontramos con que el bosque estaba mucho más crecido, los caminos más estrechos y a causa de la incesante lluvia, el lodo hacía muy complicado poder correr sin resbalar. Entonces entre trote y largas zancadas caminando, atravesamos buena parte de este recorrido, hasta que los caminos se volvieron de piedra y pudimos retomar la marcha.

Este maratón, tiene un ascenso muy interesante desde el km 1, hasta el 18, todo ese momento es subida y los últimos 3 (a partir del 15) subes un volcán llamado El Pelado. Es terrible, la pendiente es durísima y se debe camicorrer casi todo el tiempo. Imaginen pues, para el Maratón de la Ciudad de México, pusieron el final de subida más o menos a partir del km 32. Un ascenso desde Viaducto hasta CU, unos 10 km de "subida" que todos temíamos porque ya al final del Maratón, uno va cansado y esas pendientes son demoledoras. 

Pues bien, el Maratón Rover, guarda una subida 10 veces peor, pero en sus km iniciales, es decir cuando vas más fresco. Sin embargo, tomando en cuenta mis 15 km previos, el kilómetro 18, que es el punto más alto del Maratón, para mi era el km 33, sobra decir la exigencia de piernas que hubo para ese momento. Sin embargo cuando llegamos a la cima, solo nos recibió la lluvia más fuerte, el viento más helado y las ganas de correr más rápido para salir de ese clima extremo.

Sonreímos en la cima por unos segundos y emprendimos la carrera cuesta abajo. Las piernas cuando ya están cansadas, resienten más las bajadas, a mi parecer, que las subidas. Ir sosteniendo todo el cuerpo para que no se desboque creo que implica más esfuerzo que irlo cargando para subir. Entonces moliendo las rodillas y buscando la mejor técnica nos deslizábamos entre los ríos hechos por la lluvia, las piedras, el lodo y el bosque.

Tal fue nuestro frenesí, que de pronto no vimos más señales. Verá, estimado lector, en estos recorridos por la montaña, la ruta la van marcando de alguna manera. Ya sea con flechas pintadas en las piedras o en el piso o con listones colgados en los árboles. El caso es que por ir viendo el suelo para no tropezar, omitimos alguna señal y nos perdimos.

Afortunadamente encontramos a otro perdido, con quien después de un breve consenso, en el que yo no estaba de acuerdo, decidimos volver por el camino hasta encontrar la señalización. Mientras subíamos de nuevo encontramos otra chica, que también venía de bajada a toda velocidad y a quien dijimos que ya nos habíamos pasado. Entonces los cuatro, íbamos de regreso buscando el camino verdadero.

No tardamos mucho, solo nos pasamos un kilómetro (500 metros de ida y 500 de vuelta). Pero encontramos la señales y a otro señor, un "Don" de pelo blanco y edad avanzada, pero con un entusiasmo que nos rebasó sin problemas.

Retomamos la ruta y seguimos bajando a toda velocidad. Entre ríos, lodo y más bosque logramos bajar del volcán para encontrar de nuevo terreno "parejo". Aquí creo que era peor el clima, pues al no tener árboles que nos cubrieran, la lluvia y el viento nos pegaban con más violencia. Así llegamos al siguiente punto de control, ya llevaba yo 40 km. Ahí comí naranjas, plátanos, tomé agua, powerade y todo muy bien. Cuando arrancamos de nuevo, sentí como si mis piernas fueran de piedra, me costó muchísimo, pero lo logramos.

Sabe, estimado lector, 40km se aproximaba mucho a la distancia máxima que había recorrido alguna vez, nunca había pasado de 42 km. Este era mi 5º maratón, las otras cuatro ocasiones, siempre ya por este momento, deseaba terminar, me dolía todo y me quería detener. Sin embargo todo esto parece ser mental. Sabiendo que aún me faltaba mucho por recorrer, los 40 km que llevaba parecían no hacer mucho daño en mi cuerpo, me sentía animoso y con ganas de continuar.



En este momento mi hermana sentía mucho frío. Me preocupó un poco que algo más grave pudiera pasar, pero afortunadamente no fue así. Atravesamos grandes extensiones de campo abierto, con el viento que rugía sobre nosotros y el agua nos golpeaba en la cara. En algunos momentos se escuchaba como si un camión enorme viniera detrás de nosotros, pero solo era el viento.

Así seguimos hasta llegar a Fierro del Toro, una localidad medio perdida ahí poco antes de Tres Marías. Había otro puesto de abastecimiento, pero no nos detuvimos.

El camino desde ahí es de terracería y lodo. Tiene un buen ancho para correr a placer, sin embargo por la lluvia, muchas partes estaban completamente inundadas. Flanqueado con alambre de púas (para no invadir los sembradíos) y naturaleza crecida, en algunas partes no quedaba más que atravesar estos mini lagos, donde el agua helada llegaba hasta las rodillas y se podía sentir como los pies se hundían en el lodo del fondo.

Seguíamos corriendo y a ratos el frío nos hacía temblar las rodillas, las manos mojadas, la mandíbula chasqueaba los dientes.

Unos dos kilómetros antes de Tres Marías encontramos una señora. Era corredora, ya la habíamos visto varias veces durante el recorrido. Pero estaba vez algo estaba mal. A lo lejos la vi apoyarse en un "cayado" improvisado con una rama y sentándose en unas piedras. Cuando estuvimos cerca nos comentó que se había caído y creía que se había roto el  pie. Por como se veía la hinchazón a través de la ropa, asumimos que estaba en lo cierto. Le prometimos que en cuanto encontráramos a los scouts, les comunicaríamos dónde estaba y qué le había pasado.

Así fue, llegamos a la meta de Tres Marías. Muchos participantes del Maratón Rover llegan hasta aquí. Digamos que es la distancia "fácil". Aunque realmente, el resto de la distancia es mucho más sencillo. Encontré una ambulancia y le dije lo que había pasado. Rápidamente fue en busca de la señora.

Ahí, en la meta, entre la lluvia, pude ver a mi hermano. Me encantó verlo, sabía que con él estaba mi esposa, mis hijos, mis papás. Pero por la lluvia, sabía que no podía estar ahí parados esperándonos. Así que después de comer unas naranjas seguimos avanzando a donde estaba mi familia. Ahí me dieron un sandwich de nutella que supo delicioso. No pudimos platicar mucho, solo les dijimos que estábamos bien y que íbamos a continuar.

Con más ganas que nunca de quedarme con ellos, me despedí para seguir. Aquí ya llevaba fantásticos 47 kilómetros. Nunca había corrido tanto. Me sentía bien, me sentía cansado, pero ahí me sentía con fuerza y ánimo.

Alcancé a mi hermana, porque salió muy veloz de Tres Marías. El frío no nos dejaba correr tranquilos y la lluvia de repente golpeaba por un lado, luego de frente, luego del otro lado y así nos traía.

Atravesamos Tres Marías y sus casas, nos internamos de nuevo en el bosque y siguiendo las señales seguimos mascando kilómetros.

Recuerdo cuando llegué a mi kilómetro 50, sentí muy bonito. Fue como si me colgara una medalla imaginaria, como si palomeara algo de mi lista, "corrí ya 50 km". Se lo dije a mi hermana que recuerdo me felicitó y seguimos.

Sin muchos contratiempos llegamos ya a la carretera, para cruzarla y volver al bosque. De ahí me parece ya faltaban unos 5km para la meta.

Es en esta parte donde las bajadas son más pronunciadas, más resbaladizas y más divertidas. El año anterior mi hermana ahí se había caído, este año no. El que se cayó (y varias veces) fui yo, pero siempre alcancé a meter los brazos para no lastimarme de más.

Llegó un punto en el que la ruta nos obligó a pasar un río. Seguro los organizadores pensaron que sería una buena forma de refrescar el cuerpo después de tantos kilómetros. Solo que no se imaginaban que ya vendríamos bien fresquitos por la lluvia de los dos temporales que nos azotaban. El agua helada del río, así como su caudal no nos detuvieron y lo atravesamos. Seguimos el camino de bajada, con mucho cuidado porque cada vez era más resbaloso.

Así, de pronto, salimos del bosque y la Ciudad estaba frente a nosotros. Bajamos ya por calles pavimentadas y entre ríos del agua que corría frenéticamente chapoteábamos al trotar.

Sentimos que ya estaba esto por terminar. En mi cabeza iba pensativo. Llegar a la meta, colgarme la medalla, abrazar a quienes estuvieran ahí e ir a descansar o... seguir, continuar el paso hasta la casa de mis papás.

Algunas personas nos animaban, nos decían que ya estábamos por llegar. Íbamos mi hermana, el señor de pelo muy blanco y yo. Habíamos hecho un buen equipo los últimos kilómetros junto al Señor. Nos había entretenido bastante contándonos historias de otros maratones y ultramaratones. Nos contó que terminando ese, en unas semanas se iba a otro Maratón, no recuerdo a cuál, pero era en unas cuantas semanas. Nos dijo que ya llevaba ese año como cinco o seis maratones. Cuando le preguntabamos por qué, dijo una frase chistosa, pero llena de sabiduría "a mi edad ya no puedo pensar en planear que correré o qué no, mejor aprovecho". Después de reinos, vimos la verdad en sus palabras, pero también reflexioné que es cierto, tanto en las carreras como en la vida, muchas veces estamos planeando lo que haremos o lo que tendremos cuando logremos "algo". Y la vida se nos puede ir esperando que es algo llegue, en lugar de disfrutar lo que vamos teniendo todos los días.

Después de un par de kilómetros de asfalto vimos el deportivo donde nos aguardaba la meta. Ahí estaban los scouts, estaba mi papá y mi hermano. Llegamos felices y nos dieron la medalla. Abracé a los que estaban ahí y sin pensarlo mucho les dije, bueno, los veo en la casa. Mi papá, si, él que siempre me solapa todo lo que se me ocurre me preguntó con voz preocupada si lo haría, que si mejor ya descansara. Mi hermana entró al quite, le dijo "déjalo papá, ya casi llega a los 60".  Lo cual era verdad, estaba muy cerca de los 60 km.

Así pues arranqué de nuevo y por la banqueta emprendí mi último recorrido. Me sentí bien, podía dar buenas zancadas, no sentía mucho castigo por el pavimento. En mi plan original, había calculado 15km previos al rover, luego 42 del maratón y seis más para llegar a casa de mis papás. 63 kilómetros de pura necedad.

Sin mucho problema, alcancé el kilómetro 60, pensaba en que ya me faltaba poco. Sin embargo no fue así. Debo haber medido mal esa última parte, pues cuando llegué al 63 aún me encontraba lejos de casa (bueno no tan lejos).

Unas banquetas de adoquín acabaron con lo que me quedaba. En ese momento, a los 63 km, me sentí cansado, desesperado por no llegar, molido por el constante golpeteo de las piedras en la planta de mis pies, las rodillas acabadas por soportar ya casi 11 horas de carrera. Me detuve, caminé, pensé, me enojé, me puse triste, me di ánimo, pensé en mi familia, volví a arrancar.

La lluvia ya me perdonaba un poco más y solo una ligera llovizna me acompañaba. Unas subidas, unas bajadas, alguna curva, un puesto de tacos, un estadio de béisbol. Todas señales ya conocidas que estaba muy cerca. Me preguntaba qué se sentiría ya llegar.

Así, después de la última curva, estaba ahí, en la calle donde crecí, en esa espectacular bajada por donde el tráfico no cesa en todo el día. Mágicamente, en ese momento no hubo nadie más. La calle era mía, mi familia estaba ahí, en la puerta, esperándome.

Bajé, serpenteando la calle, feliz, levanté los brazos y por fin llegué. Me detuve, sabía que no debía correr más, que por fin habría descanso, abrazos de mi esposa y comida caliente para recuperarme.


Gracias estimado lector si ha llegado hasta aquí, más si lo hizo sin dormirse o mejor si lo hizo en una sola lectura. Gracias por revivir esta aventura conmigo. Gracias familia por siempre estar ahí. Gracias esposa porque por ti puedo todo esto. Gracias Jackie, porque aunque te hagas la difícil, también compartes esta pasión de la aventura.

Cuando terminé pensé que no tenía ganas de correr en un buen rato, que no tenía ánimos de otro maratón, menos de un ultramaratón, pero mmmm cómo decirlo, en las palabras de Bilbo Bolsón, "creo que estoy listo para otra aventura".

Nos leemos luego.

Carlos / @lebron7




Friday, October 04, 2013

De Miley, la Britney y la cadena evolutiva en algunas niñas de la ciudad


Estimado lector, esta vez vengo aquí con una reflexión, sí, de esas que hago cuando voy pedaleando por la Ciudad.

Verá pues, pedaleando a la oficina el mejor camino (más directo) es atravesando el pueblo de Santa Fe, para así llegar desde la del Valle hasta el recinto laboral. En el camino uno ve muchas cosas, algunas chistosas, otras no tanto y algunas más que con un poco más de ojo motivan a la reflexión.

Comenzó mientras iba de regreso, es decir de bajada. A toda velocidad rebotando en mi bici plegable y feliz por sentir el viento en la cara. Entonces, le platico que a ciertas horas hay diferentes tipos de personas en la calle. En esta ocasión era temprano, como las 3 o 4 de la tarde y en el camino vi muchas muchachas, de esas de secundaria, que redoblan la falda para hacerla cortísima y caminan comiéndose la calle, hablan con albures, se ríen, corren, se acompañan de muchachos, coquetean y demás.

Hay otra hora, casi siempre en la mañana, donde veo a otra clase de muchachas, más maduritas, pero jovencitas aún. Hablo de aquellas que tienen quizá unos 19 años, podrían tener hasta 25. Llevan a sus niños chiquitos a la escuela. Sus cuerpos muestran las cicatrices de uno o más embarazos mal cuidados. Algunas mantienen sus ropa entallada aunque más de uno de sus trozos de carne busca liberarse con potencia.

En otra ocasión, más abajo, ya casi llegando a la delegación Álvaro Obregón, vi otra escuela, esta vez de mucho menor edad. Vi muchas niñas (y niños, pero este post es sobre niñas) chiquitas, corriendo, jugando, gritando, todas felices y sonrientes. Se veían inocentes aún, con sus pensamientos y juegos de niños.

Ahora bien, últimamente la Miley nada muy sonada, vista y desvista. Criticada, a veces uno podría pensar que está loca, que se le fueron las cabras al monte o que simplemente no lo controla. En fin, la pueden ver encuerándose, lamiendo martillos, vaya, comiéndose el mundo que tiene a su disposición. Su participación, con el "strip-tease" en los VMA me recordó a la de la Britney de hace algunos años, cuando también se "desnudó" quedando en un traje color carne ante el regocijo de muchos y escándalo de muchos más. Pues bien, la Miley me recuerda a esas chicas de secundaria que veo.

Luego pensemos en la Britney. Otrora sex symbol, de pronto se embarazó, la regó, bebió, engordó y se puso como señora típica gringa. Trata de volver a sus antiguas glorias, pero pues no, ya no es lo mismo, ya no le queda, lo más triste, al parecer ya no puede. Pues ella, me recuerda a las otras chicas que veo en mi viaje, las "mayorcitas".

La reflexión vino el día que vi a las niñas más chiquitas, porque las vi muy felices siendo niñas. Me pregunté entonces en qué momento lo pierden, en qué momento se transforman, teniendo 13 o 14 años, comienzan a vivir como si tuvieran 20. Las más desafortunadas seguramente quedarán embarazadas, con su novio que seguramente tiene la misma edad, que probablemente no formen ninguna familia. Casualmente las más chiquitas están hasta abajo, las de secundaria en medio del camino y las mayores ya casi llegando a Santa Fe (comercial). Es como si esa subida representara de cierta forma el ascenso que tendrán en su vida y pienso si así como ese camino solo sube a Santa Fe, ese camino de su vida no tiene otro lugar al que puedan llegar.

Me pregunto si ese es el destino para ellas (las pequeñas), si no habrá forma de evitarlo, que más bien vivan la vida que les toca por su edad y que vayan creciendo, madurando y entendiendo de que va todo esto. Que quizá tengan otro futuro, que no dejen de estudiar, que busquen trabajar en lo que les gusta, que se desarrollen y que sean felices. Que no se vuelvan Mileys, que eviten llegar a Britneys.

En fin, la Miley seguirá dando de qué hablar, hasta que la vida la ponga (como parece que pone a todas) junto a la Britney, la Cristina, la Lindsey, etc. 

Y a todo esto, ¿quién viene detrás de Miley?

Gracias por leer esto estimado lector, ahora volvemos a la programación habitual.

Monday, December 31, 2012

El 30 de diciembre místico

Qué tal estimado lector, esta vez me acerco a través de este medio para compartir lo que viene sucediendo los días 30 de algunos meses.

Es bien sabido (o quizá no) que Elías nació un 30 de septiembre de 2006. Fecha encantadora que trajo miles de alegrías a esta familia. Casualmente, otro 30 pero de enero durmió completa sus primer noche sin despertar para pedir de comer.

Sin embargo, fue un día 30 de diciembre de 2007 cuando por primera vez se sostuvo en sus dos piernita y se abrió paso a través de la casa. Desde ese momento en que caminó erguido, no ha parado de ir siempre hacia adelante, conquistando cada vez más y difíciles logros.

¿Sabía usted estimado lector, que aprendió a los dos años ya escribía su nombre? Y qué a los 3 casi espontáneamente aprendió a leer. Para cuándo tenía 4 ya sabía también sumar. A los 5, todavía en el kinder, sorprendía a sus maestras y directoras con su talento pues ya sabía multiplicar. Evidentemente muchas de esas cosas, por más autodidacta que es, no las aprendió solas. Su mamá encontró la fórmula y la forma para que su cerebro absorbiera todo cual esponja y no lo olvidé.

En fin, sus logros y conocimientos a tan corta edad son vastos, sin embargo es su excelente espíritu y su gran calidad como ser humano, lo que lo hace tan especial y carismático.

Y bien, estimado lector, ahora usted pensará a qué viene todo esto. Pues resulta que hoy, 30 de diciembre de 2012, 5 años exactamente después de que dio su primer paso en el mundo, dio sus primeros pedaleos en bicicleta y ahora la domina. Es un hecho que me tiene muy contento y por lo cual le hice un pequeño video con su hazaña del día y algunos momentos que esperó recuerde, de este agónico 2012.

De clic en el siguiente video, relájese y pase un buen momento con Elías, pedaleando el 2012.